martes, 1 de noviembre de 2016

viernes, 28 de octubre de 2016

Coral "Voces Doradas"

La coral "Voces Doradas" del barrio del Lucero de Madrid acaba de comenzar el quinto año de su andadura. Se caracteriza por ser un grupo acogedor y entusiasta.

Te invitamos a formar parte de esta coral, si lo deseas, siempre que tengas buen oído, quieras dedicar dos horas a la semana a esta actividad y, si además, tienes formación en solfeo sería lo ideal, pero esto no es imprescindible. Esperamos que disfrutes cantando como nos sucede a nosotros. Nos vendrían especialmente bien las voces de tenor y de bajo, aunque todas serán bien recibidas.

 

Lugar de ensayo:           Parroquia "Santa Beatriz".

Calle Concejal Francisco José Jiménez Martín, 130.

Madrid

Metro: Laguna.

Autobús: 31,138 y 55

 

Día de ensayo:               jueves

 

Hora:                                de seis a ocho

 

Teléfono de contacto:  606 04 38 32

Acciones concretas

Tener en el corazón las necesidades del hermano 

""Nuestra experiencia nos dice que estas relaciones fraternas, vividas en la cotidianidad de la vida personal, familiar y profesional, pueden liberar recursos inesperados." [...]
"Nacen relaciones nuevas, llenas de significado, -continuó Chiara Lubich – que suscitan las más variadas iniciativas en beneficio del individuo y de la comunidad.
Y esto es también válido para el delicado mundo de la medicina.
[...] de hecho, es la posibilidad de amar al prójimo en un crescendo de caridad que hay que dirigir a todos;
Una caridad que no es mero sentimentalismo, sino acciones concretas, siempre atentos a las necesidades del momento, una caridad capaz de instaurar con todos un diálogo profundo que, si es vivido por varios, genera comunión, unidad."

(Fonte: Citazione:  Chiara Lubich – Sabato 9 giugno 2012 – "Una carità che non è mero sentimentalismo" – http://giovaniperunmondounito.blogspot.ch/2012/06/una-carita-che-non-e-mero.html)

miércoles, 26 de octubre de 2016

No tener en cuenta la ofensa

San Agustín escribía: 
«No desprecie el cristiano lo que hizo Cristo. 
Porque cuando el cuerpo se inclina hasta los pies del hermano, 
también el corazón se enciende, 
o si ya estaba,
se alimenta el sentimiento de humildad […] 
Perdonémonos mutuamente nuestros errores 
y recemos mutuamente por nuestras culpas y así,
de alguna manera nos lavaremos los pies mutuamente»
Fuente: Sant'Agostino d'Ippona, In Joh 58, 4-5

lunes, 24 de octubre de 2016

Para conocer a Jesús

NO BASTA EL CATECISMO PARA CONOCER A JESUS,
HAY QUE REZAR.
Papa Francisco, en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. 20 octubre 2016.
Para conocer verdaderamente a Jesús tenemos necesidad de oración, de adoración y de reconocernos pecadores. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Pontífice subrayó que el catecismo no es suficiente para comprender la profundidad del misterio de Cristo.
“Ganar a Cristo”
El Papa Bergoglio desarrolló su homilía partiendo del pasaje de la Carta de San Pablo a los Efesios, contenido en la Primera Lectura del día. El Apóstol de los Gentiles  – observó – pide que el Espíritu Santo dé a los Efesios la gracia de “ser fuertes, reforzados”, hacer que Cristo habite en sus corazones. “Allí está el centro”.
No se conoce a Jesús sólo con el catecismo, es necesario rezar
El Santo Padre observó que Pablo “se sumerge” en el “mar inmenso que es la persona de Cristo”. Y tras formular las preguntas: “¿Cómo podemos conocer a  Cristo? ¿Cómo podemos comprender el amor de Cristo que supera todo conocimiento”?, Francisco dijo:
“Cristo está presente en el Evangelio. Leyendo el Evangelio conocemos a Cristo. Y todos nosotros hacemos esto. Al menos escuchamos el Evangelio cuando vamos a Misa. Con el estudio del catecismo. El catecismo nos enseña quién es Cristo. Pero esto no es suficiente. Para ser capaces de comprender cuál es la amplitud, la longitud, la altura y la profundidad de Jesucristo es necesario entrar en un contexto, primero, de oración, como hace Pablo, de rodillas: ‘Padre envíame al Espíritu para conocer a Jesucristo’”.
Encontrar al Señor en el silencio de la adoración
Par conocer verdaderamente a Cristo – reafirmó el Obispo de Roma – “es necesaria la oración”. Pero Pablo –  añadió –  “no sólo reza, sino que adora este misterio que supera todo conocimiento y en un contexto de adoración pide esta gracia” al Señor:
“No se conoce al Señor sin esta costumbre de adorar, de adorar en silencio. Adorar. Creo – si no me equivoco – que esta oración de adoración es la menos conocida por nosotros, es la que hacemos menos. Perder el tiempo – me permito decir – ante el Señor, ante el misterio de Jesucristo. Adorar. Y allí en silencio, el silencio de la adoración. Él es el Señor y yo adoro”.
Reconocerse pecadores para entrar en el misterio de Jesús
Tercero –  dijo el Papa al concluir – “para conocer a Cristo es necesario tener conciencia de nosotros mismos”, es decir, tener la costumbre de acusarnos a nosotros mismos, reconociendo que  somos “pecadores”:
“No se puede adorar sin acusarse a sí mismo. Para entrar en este mar sin fondo, sin orilla, que es el misterio de Jesucristo, son necesarias estas cosas. La oración: ‘Padre, envíame al Espíritu para que Él me conduzca a conocer a Jesús’. Segundo: la adoración del misterio, entrar en el misterio, adorando. Y tercero: acusarse a sí mismo. Soy un hombre de labios impuros’. Que el Señor nos dé esta gracia que Pablo pide para los Efesios, también para nosotros, esta gracia de conocer y ganar a Cristo”.
Tomado: http://es.radiovaticana.va/news/2016/10/20/papa_no_basta_el_catecismo_para_conocer_a_jes%C3%BAs/1266475

La historia de un si en 5 partes

Carta semanal del arzobispo de Madrid
El sí de María a Dios es el sí de la Iglesia. He podido ver cómo este sí se prolongaba en los diversos lugares en los que la providencia de Dios me ha situado: en Cantabria, y después como obispo de Orense y arzobispo de Oviedo, de Valencia y de Madrid
El sí de María a Dios es el sí de la Iglesia. Hay unas palabras en el Evangelio que recogen ese sí: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». La respuesta de la Santísima Virgen María al ángel se prolonga en la Iglesia, pues esta está llamada a manifestar a Cristo en la historia, ofreciéndose disponible y con las puertas abiertas para que Dios pueda seguir acercándose a todos los hombres, visitando esta humanidad con su misericordia. ¡Qué contemplación más maravillosa ver a la Iglesia como don de Dios y no como creación de los hombres!
Mi trayectoria como cristiano y sacerdote me ha hecho comprender y vivir esto. Mi vivencia de Iglesia doméstica en mi familia, así como mi experiencia en la Iglesia particular de Santander y en las diversas Iglesias particulares en las que, llamado por san Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco, he servido como pastor, me han permitido enriquecer mi vida viendo y comprendiendo la Iglesia desde dentro, su belleza, su misión, sus entrañas, en dónde alcanza su máxima identidad… ¡Qué gracia más inmensa ver a la Iglesia llena de gracia, esplendorosa por su belleza, adornada por múltiples dones del Espíritu!
He podido ver cómo ese sí de María se prolongaba en los diversos lugares en los que la providencia de Dios me ha situado. Y he descubierto así la Iglesia de primera mano, tal y como la creó el Señor y tal y como Él quiso que estuviera en medio del mundo. Mi historia es un quinteto cuya partitura ha sido compuesta en la Iglesia particular que me vio nacer y que me regaló la fe, en Cantabria, y después como obispo de Orense y arzobispo de Oviedo, de Valencia y de Madrid. Qué oportunidades de gracia y de amor me ha dado el Señor para descubrir que la única manera de comprender a la Iglesia es mirarla así, por dentro. Y comprenderla desde el diseño de quien la hizo: Jesucristo. Por ello, qué bien suenan en nuestros oídos y en nuestro corazón esas palabras del apóstol san Pablo: «Hermanos: sois edificio de Dios […] El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros» (1 Cor 3, 9. 17). Sí, somos unedificio espiritual que está construido con piedras vivas que somos todos los cristianos. Y este edificio tiene un fundamento que es Jesucristo.
Muy a menudo releo la Meditación ante la muerte del Papa beato Pablo VI. En la parte conclusiva habla de la Iglesia y dice así: «Puedo decir que siempre la he amado […] y que para ella, no para otra cosa, me parece haber vivido. Pero quisiera que la Iglesia lo supiese». A estas alturas, ¡cuánto me gustaría que estas palabras del Papa con el que entré en el seminario fuesen las que configurasen mi vida! Así se lo pido al Señor para mí y para todos vosotros los cristianos. Pero además, continúa diciendo el beato Pablo VI, «querría abrazarla, saludarla, amarla en cada uno de los seres que la componen, en cada obispo y sacerdote que la asiste y la guía, en cada alma que la vive y la ilustra; bendecirla […] Y, ¿qué diré de la Iglesia, a la que debo todo y que fue mía? Las bendiciones de Dios que vengan sobre ti; ten conciencia de tu naturaleza y de tu misión, ten sentido de las necesidades verdaderas y profundas de la humanidad; y camina pobre, es decir, libre, fuerte y amorosa hacia Cristo» (Pablo VI, Meditación ante la muerte). Este quinteto tiene cinco partes y las notas de la partitura tienen un ritmo que han marcado mi vida. Es la Iglesia en camino:
Primera parte: mi familia y Santander (Cantabria). Doy gracias a Dios por la familia en la que nací y por la tierra que me dio aposento y me regaló modos y maneras de ser y de actuar; marcaron mi vida. Dentro de la familia pude experimentar lo más bello de la Iglesia, de la Iglesia doméstica. Con mis padres y mis hermanos aprendí cómo el amor mismo de Dios se ha derramado en mi vida en el Bautismo; experimenté un amor humano, sensible, afectuoso y misericordioso como el de Cristo. ¡Cómo marca la vida la transmisión de la fe y del amor del Señor, para hacernos libres y responsables, para entender que toda persona es digna de ser amada! Y en mi tierra, con sus tradiciones religiosas y su devoción a la Virgen en su advocación de la Bien Aparecida, la Iglesia me dio todo: desde la vida misma a la que mis padres me engendraron, a la vida en el Bautismo, la Confirmación, la Eucaristía, el ministerio sacerdotal. El obispo que me ordenó y con el que tanto aprendí, don Juan Antonio del Val, marcó mi vida.
Segunda parte: Orense. Si tuviese que resumir en una frase todo lo que allí aprendí, os diría que junto a todos los orensanos viví que la Iglesia es la esposa real de Cristo; Él la ha conquistado para sí y lo hace al precio de su vida, «se ha entregado a sí mismo por amor a ella» (Ef 5, 25). ¿Hay una demostración más grande de amor? Pero es que además está preocupado por su belleza, no solamente por la adquirida por el Bautismo, sino por la que tiene que mostrar cada día por su vida intachable. ¡Qué cinco años! Jamás los podré olvidar, allí me enseñasteis a dar los primeros pasos de pastor, sintiendo la cercanía de Santa María Madre y de la Virgen de los Milagros.
Tercera parte: Oviedo. Durante los siete años que estuve allí fui a visitar a la Santina de Covadonga todas las semanas, sin día fijo, a veces a altas horas de la noche, cuando todos dormían, y en silencio la miraba desde el pozón, pidiéndole siempre que me diese el don de cooperar con Jesús en la instauración del Reino de Dios, es decir, en su señorío benéfico portador de vida y de vida en abundancia para toda la humanidad. En aquel bellísimo lugar se había fraguado una llamada a instaurar la vida y derribar la muerte, que aniquila y destruye a los hombres. Allí entendí que en la humildad de ser Iglesia, de vivir cada día el Evangelio, crece el gran árbol de la vida verdadera. ¡Qué fuerza tiene Covadonga! Asturias da capacidad de entrega, de servicio incondicional, de comprensión, pues en aquellas montañas te sientes humilde y la Virgen te anima para que, en la humildad de la Iglesia, en la pobreza de nuestra vida, podamos ver la presencia de Cristo que Ella nos ofrece y que nos otorga la valentía de salir a su encuentro y hacer presente en esta tierra su amor y difundirlo por todas partes. Asturias siempre regala impulso para salir, compromiso misionero que transforma.
Cuarta parte: Valencia. Siempre dije que Nuestro Señor, me había regalado el traje a mi medida: el Santo Cáliz y la Mare de Déu dels Desamparats eran expresión de ese traje. Uno aprende que la Eucaristía causa la Iglesia. Que la Iglesia vive de la Eucaristía; en ella se hace presente el sacrificio redentor de Cristo, quien se nos entrega, nos edifica permanentemente como su cuerpo y nos compromete a vivir en la comunión. La Eucaristía es constitutiva del ser y actuar de la Iglesia. Ella nos entrega, como fuente y culmen de la vida cristiana, el modo en el que tenemos que pensar, hablar y actuar en el mundo, renovando la historia y vivificando la creación. Y por otra parte, junto a la Mare de Déu dels Desamparats, aprendemos el verdadero significado de la misericordia y comprendí que la Iglesia tiene que seguir siendo comunidad que escucha y anuncia la Palabra.
Quinta parte: Madrid. Está siendo un tiempo de gracia en mi vida. La riqueza eclesial es grande, las presencias de la Iglesia son significativas en todos los campos y en todas las situaciones de los hombres. Como toda gran ciudad, cada día es más cosmopolita, pero guarda las raíces que la vieron nacer. La fe cristiana constituye un fuerte vínculo en el que se enriquece el encuentro entre todos. Con el Papa san Juan XXIII podemos decir que la convivencia en esta gran ciudad se apoya en cuatro pilares en los que la Iglesia tiene un compromiso especial: el amor, la verdad, la libertad y la justicia. ¡Qué fuerza tiene en la convivencia el amor evangélico, es decir, el amor a Dios y el amor a los hermanos!
Además, el Plan Diocesano de Evangelización está siendo una llamada fuerte a vivir lo que fue constitutivo de la Iglesia desde sus comienzos: «Los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común; vendían sus posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno» (Hch 2, 44-45). Y la presencia de la Virgen en su advocación de la Almudena, como patrona de la archidiócesis, es un reclamo a construir lo que Jesús vino a traer, la cultura del encuentro. Ella apareció escondida en un muro, derribó muros. Ella es maestra singular en crear comunión y comunicación entre los hombres, en eliminar toda clase de separaciones.
Con gran afecto, os bendice,
Tomado de:   http://www.alfayomega.es/76951/la-historia-de-un-si-en-cinco-partes


Conmemoración de los fieles difuntos

Miércoles 2 de Noviembre 2016
Celebraremos la eucaristía por  todos los seres queridos fallecidos.

"Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios",
 decía San Agustín.

Esta fiesta responde a una larga tradición de fe en la Iglesia: orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio. (…)El libro 2º de los Macabeos en el Antiguo Testamento dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46). Al respecto, San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso".

Canción de Martín Valverde.
No se han ido del todo

Oración para aprender a amar


Señor cuando tenga hambre,
dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed,
dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío,
dame alguien que necesite calor.

Cuando sufra,
dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada,
déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre,
pon a mi lado algún necesitado.

Cuando no tenga tiempo,
dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación,
dame ocasión para elogiar a alguien;
Cuando esté desanimado,
dame alguien para darle nuevos ánimos.

Cuando quiera que los otros me comprendan,
dame alguien que necesite de mi comprensión;

Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí,
dame alguien a quien pueda atender;

Cuando piense en mí mismo,
vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor,
de servir a nuestros hermanos;

Dales, a través de nuestras manos,
no sólo el pan de cada día,
también nuestro amor misericordioso,
imagen del tuyo.


Santa Teresa de Calcuta M.C.

El pensil de Maria

Empezamos una serie de artículos basados en las reflexiones y comentarios de santos y creyentes devotos de Nuestra Señora que se editan diariamente en “Un minuto con María” en internet en la dirección
@mariedenazareth.org

150 Avemaría en referencia a los 150 salmos


La práctica del Rosario remonta al siglo XI, en la época en la que los religiosos iletrados recitaban el Pater y el Ave en lugar del oficio. Estos monjes no sabían leer así que recitaban 150 Avemaría, en referencia a los 150 Salmos, era el Salterio de María. El dominicano Alain de la Roche va a propagar el rezo del Rosario en el Siglo XV.

El rosario de los católicos, compuesto de cuentas agrupadas en cinco decenas, es el objeto que les sirve para recitar el Rosario que comprende los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos.

La palabra “rosario” viene del amor cortés. El rosarium, que quiere decir campo de rosas, designaba el grupo de poemas que un caballero dedicaba a su dama. Saludar a María con el Avemaría, es ofrecerle rosas mientras meditamos con ella el Evangelio.

domingo, 23 de octubre de 2016

El bien no hace ruido...

¡El bien no hace ruido! 
¡Cuando una flor brota, en el momento que el sol sale… 
cuando el mar se calma al bajar el sol, 
cuando sopla el viento, 
en la hora en la que una mano sustenta la otra… 
nada de todo esto hace algarabía para hacerse notar de su existencia! 
¡Es, porque el bien, para ser perfecto, tiene sólo que suceder!

sábado, 15 de octubre de 2016

lunes, 3 de octubre de 2016

lunes, 26 de septiembre de 2016

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Sal de tu tierra

El Jubileo extraordinario de la Misericordia, que la Iglesia está celebrando, ilumina también de modo especial la Jornada Mundial de las Misiones 2016: nos invita a ver la misión ad gentes como una grande e inmensa obra de misericordia tanto espiritual como material. En efecto, en esta Jornada Mundial de las Misiones, todos estamos invitados a «salir», como discípulos misioneros, ofreciendo cada uno sus propios talentos, su creatividad, su sabiduría y experiencia en llevar el mensaje de la ternura y de la compasión de Dios a toda la familia humana. En virtud del mandato misionero, la Iglesia se interesa por los que no conocen el Evangelio, porque quiere que todos se salven y experimenten el amor del Señor. Ella «tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio» (Bula Misericordiae vultus, 12), y de proclamarla por todo el mundo, hasta que llegue a toda mujer, hombre, anciano, joven y niño.

La misericordia hace que el corazón del Padre sienta una profunda alegría cada vez que encuentra a una criatura humana; desde el principio, él se dirige también con amor a las más frágiles, porque su grandeza y su poder se ponen de manifiesto precisamente en su capacidad de identificarse con los pequeños, los descartados, los oprimidos (cf. Dt 4,31; Sal 86,15; 103,8; 111,4). Él es el Dios bondadoso, atento, fiel; se acerca a quien pasa necesidad para estar cerca de todos, especialmente de los pobres; se implica con ternura en la realidad humana del mismo modo que lo haría un padre y una madre con sus hijos (cf. Jr 31,20). El término usado por la Biblia para referirse a la misericordia remite al seno materno: es decir, al amor de una madre a sus hijos, esos hijos que siempre amará, en cualquier circunstancia y pase lo que pase, porque son el fruto de su vientre. Este es también un aspecto esencial del amor que Dios tiene a todos sus hijos, especialmente a los miembros del pueblo que ha engendrado y que quiere criar y educar: en sus entrañas, se conmueve y se estremece de compasión ante su fragilidad e infidelidad (cf. Os 11,8). Y, sin embargo, él es misericordioso con todos, ama a todos los pueblos y es cariñoso con todas las criaturas (cf. Sal 144.8-9).

La manifestación más alta y consumada de la misericordia se encuentra en el Verbo encarnado. Él revela el rostro del Padre rico en misericordia, «no sólo habla de ella y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la encarna y personifica» (Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia2). Con la acción del Espíritu Santo, aceptando y siguiendo a Jesús por medio del Evangelio y de los sacramentos, podemos llegar a ser misericordiosos como nuestro Padre celestial, aprendiendo a amar como él nos ama y haciendo que nuestra vida sea una ofrenda gratuita, un signo de su bondad (cf. Bula Misericordiae vultus, 3). La Iglesia es, en medio de la humanidad, la primera comunidad que vive de la misericordia de Cristo: siempre se siente mirada y elegida por él con amor misericordioso, y se inspira en este amor para el estilo de su mandato, vive de él y lo da a conocer a la gente en un diálogo respetuoso con todas las culturas y convicciones religiosas.

Muchos hombres y mujeres de toda edad y condición son testigos de este amor de misericordia, como al comienzo de la experiencia eclesial. La considerable y creciente presencia de la mujer en el mundo misionero, junto a la masculina, es un signo elocuente del amor materno de Dios. Las mujeres, laicas o religiosas, y en la actualidad también muchas familias, viven su vocación misionera de diversas maneras: desde el anuncio directo del Evangelio al servicio de caridad. Junto a la labor evangelizadora y sacramental de los misioneros, las mujeres y las familias comprenden mejor a menudo los problemas de la gente y saben afrontarlos de una manera adecuada y a veces inédita: en el cuidado de la vida, poniendo más interés en las personas que en las estructuras y empleando todos los recursos humanos y espirituales para favorecer la armonía, las relaciones, la paz, la solidaridad, el diálogo, la colaboración y la fraternidad, ya sea en el ámbito de las relaciones personales o en el más grande de la vida social y cultural; y de modo especial en la atención a los pobres.

En muchos lugares, la evangelización comienza con la actividad educativa, a la que el trabajo misionero le dedica esfuerzo y tiempo, como el viñador misericordioso del Evangelio (cf. Lc 13.7-9; Jn 15,1), con la paciencia de esperar el fruto después de años de lenta formación; se forman así personas capaces de evangelizar y de llevar el Evangelio a los lugares más insospechados. La Iglesia puede ser definida «madre», también por los que llegarán un día a la fe en Cristo. Espero, pues, que el pueblo santo de Dios realice el servicio materno de la misericordia, que tanto ayuda a que los pueblos que todavía no conocen al Señor lo encuentren y lo amen. En efecto, la fe es un don de Dios y no fruto del proselitismo; crece gracias a la fe y a la caridad de los evangelizadores que son testigos de Cristo. A los discípulos de Jesús, cuando van por los caminos del mundo, se les pide ese amor que no mide, sino que tiende más bien a tratar a todos con la misma medida del Señor; anunciamos el don más hermoso y más grande que él nos ha dado: su vida y su amor.

Todos los pueblos y culturas tienen el derecho a recibir el mensaje de salvación, que es don de Dios para todos. Esto es más necesario todavía si tenemos en cuenta la cantidad de injusticias, guerras, crisis humanitarias que esperan una solución. Los misioneros saben por experiencia que el Evangelio del perdón y de la misericordia puede traer alegría y reconciliación, justicia y paz. El mandato del Evangelio: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20) no está agotado, es más, nos compromete a todos, en los escenarios y desafíos actuales, a sentirnos llamados a una nueva «salida» misionera, como he señalado también en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium: «Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (20).

En este Año jubilar se cumple precisamente el 90 aniversario de la Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe y aprobada por el Papa Pío XI en 1926. Por lo tanto, considero oportuno volver a recordar la sabias indicaciones de mis predecesores, los cuales establecieron que fueran destinadas a esta Obra todas las ofertas que las diócesis, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos eclesiales de todo el mundo pudieran recibir para auxiliar a las comunidades cristianas necesitadas y para fortalecer el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra. No dejemos de realizar también hoy este gesto de comunión eclesial misionera. No permitamos que nuestras preocupaciones particulares encojan nuestro corazón, sino que lo ensanchemos para que abarque a toda la humanidad.

Que Santa María, icono sublime de la humanidad redimida, modelo misionero para la Iglesia, enseñe a todos, hombres, mujeres y familias, a generar y custodiar la presencia viva y misteriosa del Señor Resucitado, que renueva y colma de gozosa misericordia las relaciones entre las personas, las culturas y los pueblos.

Texto publicado en www.vatican.va
Papa Francisco, mensaje Domund 2016

La belleza es relacional


Pero la belleza no se halla estáticamente en las realidades consideradas como bellas; es una especie de “esplendor” que surge dinámicamente entre ciertas realidades y el hombre sensible a los valores estéticos. Es un fenómeno relacional, no relativista. Sin intérpretes y espectadores sensibles no acontece lo bello, pero esto no indica que espectadores e intérpretes sean dueños de la belleza, como afirma el “relativismo subjetivista”. Debemos subrayar, por igual, la importancia de la obra y la del contemplador de la misma. La belleza surge en medio de ambos, en el punto en que se conjuntan sus posibilidades. Esta forma de ver la belleza es “relacional”, no “relativista”.
Alfonso López Quintás, Tomado de:  http://www.riveramusica.com/esp/partituras/16/441


EXPOSICIÓN DE PINTURA
Exponen miembros de taller de pintura.
Parroquia Sta. Beatriz.
Profesora guía: Sonia Sebastian.
Juntamente con: Emilio Ortega, Emilio Paul, José Sánchez, Inma López, Irene Verdú.

Fecha: 1 al 9 octubre 2016
Hora: 18  a  21 h.
Lugar: Parroquia Sta. Beatriz
Esperamos tu visita...

Jardín delicioso

Pensil en español es JARDIN DELICIOSO.
Los católicos debemos saber encontrar en María ese delicioso jardín de donde emanan todas las GRACIAS que Nuestro Señor quiere regalarnos porque sabe mejor que nadie que son indispensables para nuestra vivencia en la Tierra y para nuestra salvación.
Cuando encontramos el lugar de María en nuestras vidas, encontramos  nuestro lugar en el plan salvífico de Dios.
María siempre responde porque siempre responde Jesús.
Claro, para acoger lo que María propone plantar en nuestro pensil debemos retirar otras cosas del pasado que ocupan un lugar que no deben.
El Señor nos dice “el que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, coja su cruz y me siga…”

María, la esclava del Señor, es la que nos enseña a negarnos a nosotros mismos, y nos comunica las GRACIAS para coger la cruz y seguir a Su Hijo.

En este rincón, cada mes, iremos poniendo una flor a María y quitando algo que María no quiere en nosotros. 

Tal vez no hablo su idioma,...


«¿Quién comprende lo que Dios quiere?» (Sb 9,13). Este interrogante del libro de la Sabiduría, que hemos escuchado en la primera lectura, nos presenta nuestra vida como un misterio, cuya clave de interpretación no poseemos. Los protagonistas de la historia son siempre dos: por un lado, Dios, y por otro, los hombres. Nuestra tarea es la de escuchar la llamada de Dios y luego aceptar su voluntad. Pero para cumplirla sin vacilación debemos ponernos esta pregunta: ¿cuál es la voluntad de Dios?
La respuesta la encontramos en el mismo texto sapiencial: «Los hombres aprendieron lo que te agrada» (v. 18). Para reconocer la llamada de Dios, debemos preguntarnos y comprender qué es lo que le gusta. En muchas ocasiones, los profetas anunciaron lo que le agrada al Señor. Su mensaje encuentra una síntesis admirable en la expresión: «Misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6;Mt 9,13). A Dios le agrada toda obra de misericordia, porque en el hermano que ayudamos reconocemos el rostro de Dios que nadie puede ver (cf. Jn 1,18). Cada vez que nos hemos inclinado ante las necesidades de los hermanos, hemos dado de comer y de beber a Jesús; hemos vestido, ayudado y visitado al Hijo de Dios (cf. Mt 25,40). En definitiva, hemos tocado la carne de Cristo
Estamos llamados a concretar en la realidad lo que invocamos en la oración y profesamos en la fe. No hay alternativa a la caridad: quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios (cf. 1 Jn 3,16-18; St 2,14-18). Sin embargo, la vida cristiana no es una simple ayuda que se presta en un momento de necesidad. Si fuera así, sería sin duda un hermoso sentimiento de humana solidaridad que produce un beneficio inmediato, pero sería estéril porque no tiene raíz. Por el contrario, el compromiso que el Señor pide es el de una vocación a la caridad con la que cada discípulo de Cristo lo sirve con su propia vida, para crecer cada día en el amor.
Hemos escuchado en el Evangelio que «mucha gente acompañaba a Jesús» (Lc 14,25). Hoy aquella «gente» está representada por el amplio mundo del voluntariado, presente aquí con ocasión del Jubileo de la Misericordia. Vosotros sois esa gente que sigue al Maestro y que hace visible su amor concreto hacia cada persona. Os repito las palabras del apóstol Pablo: «He experimentado gran gozo y consuelo por tu amor, ya que, gracias a ti, los corazones de los creyentes han encontrado alivio» (Flm 1,7). Cuántos corazones confortan los voluntarios. Cuántas manos sostienen; cuántas lágrimas secan; cuánto amor derraman en el servicio escondido, humilde y desinteresado. Este loable servicio da voz a la fe -¡da voz a la fe!- y expresa la misericordia del Padre que está cerca de quien pasa necesidad.
El seguimiento de Jesús es un compromiso serio y al mismo tiempo gozoso; requiere radicalidad y esfuerzo para reconocer al divino Maestro en los más pobres y descartados de la vida y ponerse a su servicio. Por esto, los voluntarios que sirven a los últimos y a los necesitados por amor a Jesús no esperan ningún agradecimiento ni gratificación, sino que renuncian a todo esto porque han descubierto el verdadero amor. Y cada uno de nosotros puede decir: «Igual que el Señor ha venido a mi encuentro y se ha inclinado sobre mí en el momento de necesidad, así también yo salgo al encuentro de él y me inclino sobre quienes han perdido la fe o viven como si Dios no existiera, sobre los jóvenes sin valores e ideales, sobre las familias en crisis, sobre los enfermos y los encarcelados, sobre los refugiados e inmigrantes, sobre los débiles e indefensos en el cuerpo y en el espíritu, sobre los menores abandonados a sí mismos, como también sobre los ancianos dejados solos. Dondequiera que haya una mano extendida que pide ayuda para ponerse en pie, allí debe estar nuestra presencia y la presencia de la Iglesia que sostiene y da esperanza». Y, esto, hacerlo con la viva memoria de la mano extendida del Señor sobre mí cuando estaba por tierra.
Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada. Se ha comprometido en la defensa de la vida proclamando incesantemente que «el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre». Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes -¡ante los crímenes!- de la pobreza creada por ellos mismos. La misericordia ha sido para ella la «sal» que daba sabor a cada obra suya, y la «luz» que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento.
Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres. Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea vuestro modelo de santidad. Pienso, quizás, que tendremos un poco de dificultad en llamarla Santa Teresa. Su santidad es tan cercana a nosotros, tan tierna y fecunda que espontáneamente continuaremos a decirle «Madre Teresa».
Esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión. Madre Teresa amaba decir: «Tal vez no hablo su idioma, pero puedo sonreír». Llevemos en el corazón su sonrisa y entreguémosla a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren. Abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura.
SANTA MISA Y CANONIZACIÓN DE LA BEATA MADRE TERESA DE CALCUTA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO, 4 de septiembre de 2016



Oración para la acción.

Señor, danos la sabiduría
que juzga desde arriba y ve a lo lejos
danos el Espíritu que omite
lo insignificante en favor de lo esencial.

Enséñanos a serenarnos
frente a la lucha y a los obstáculos
y a proseguir en la fe, sin agitación
el camino por tí trazado.

Danos una actividad serena
que abarque con una visión
unitaria, la totalidad.

Ayúdanos a aceptar la crítica
y la contradicción
Haz que sepamos evitar
el desorden y la dispersión.

Que amemos todas las cosas
juntamente contigo.

Oh Dios, fuente de ser,
únenos a Tí
y a todo lo que te converge
hacia la alegría y la eternidad

Amén.


P. Larrañaga