Empecemos
el curso consagrando todo nuestro ser y quehacer a María como hicieron Luis
María Grignon de Monfort y Kolbe:
"Oh
Inmaculada, Reina del Cielo y de la Tierra, refugio de los pecadores y Madre
nuestra amorosísima, a quien Dios confió la economía de la misericordia. Yo…. pecador indigno, me postro ante ti,
suplicando que aceptes todo mi ser como cosa y posesión tuya. A ti, Oh Madre, ofrezco todas las
dificultades de mi alma y mi cuerpo, toda la vida, muerte y eternidad. Dispón
también, si lo deseas, de todo mi ser, sin ninguna reserva, para cumplir lo que
de ti ha sido dicho: "Ella te aplastará la cabeza" (Gen
3:15), y también: "Tú has derrotado todas las herejías en el mundo". Haz
que en tus manos purísimas y misericordiosas me convierta en instrumento útil
para introducir y aumentar tu gloria en
tantas almas tibias e indiferentes, y de este modo, aumento en cuanto sea
posible el bienaventurado Reino del Sagrado Corazón de Jesús.
Donde
tú entras oh Inmaculada, obtienes la gracia de la conversión y la
santificación, ya que toda gracia
que fluye del Corazón de Jesús para nosotros, nos
llega a través de tus manos". Ayúdame a alabarte, Oh Virgen Santa y dame
fuerza contra tus enemigos." Manuel García