Lamento que a veces las ideologías nos lleven a dos errores
nocivos. Por una parte, el de los cristianos que separan estas exigencias del
Evangelio de su relación personal con el Señor, de la unión interior con él, de
la gracia. Así se convierte al cristianismo en una especie de ONG, quitándole
esa mística luminosa que tan bien vivieron y manifestaron san Francisco de
Asís, san Vicente de Paúl, santa Teresa de Calcuta y otros muchos. A estos
grandes santos ni la oración, ni el amor de Dios, ni la lectura del Evangelio
les disminuyeron la pasión o la eficacia de su entrega al prójimo, sino todo lo
contrario.
También es nocivo e ideológico el error de quienes viven
sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo
superficial, mundano, secularista, inmanentista, comunista, populista. O lo
relativizan como si hubiera otras cosas más importantes o como si solo
interesara una determinada ética o una razón que ellos defienden. La defensa
del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada,
porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo
exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero igualmente sagrada
es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el
abandono,(…).