Nos lo dice cuando nos habla de la obra de misericordia. Dejémonos de teorizar. Nuestra verdadera libertad pasa por dar de comer a quien tiene hambre, visitar a los enfermos y a los que están encarcelados, vestir al desnudo… En ellos, en cada hermano que nos encontramos en el camino de nuestra vida, encontramos la carne de Cristo.
Recordar
que Dios se hizo carne para identificarse con nosotros es una gracia inmensa
para nuestra vida, pues nos hace ver en concreto que acercarnos a todos los
hombres, y de una manera especial al que sufre, es en verdad acercarnos a
Cristo que está sufriendo en él. De ahí que vivir en concreto nuestra fe es
asumir con todas las consecuencias que el Señor nos hace capaces de
misericordia. Nos ha dado su vida para que su misericordia transforme nuestro
corazón, haciéndonos experimentar un amor fiel. Un amor que, cuando lo
acogemos, nos hace a su vez capaces de misericordia. Que el amor misericordioso
de Dios se haga vida en cada uno de los discípulos del Señor y nos impulse a
amar al prójimo con esas obras de misericordia que la Iglesia nos ha enseñado,
tanto las corporales como las espirituales, es un auténtico milagro…
+Carlos, Cardenal Osoro Sierra