diálogo, reconciliación y conversión ecológica.
El
camino de la reconciliación requiere paciencia y confianza. La paz no se logra
si no se la espera.
En
primer lugar, se trata de creer en la posibilidad de la paz, de creer que el
otro tiene nuestra misma necesidad de paz. En esto, podemos inspirarnos en el
amor de Dios por cada uno de nosotros, un amor liberador, ilimitado, gratuito e
incansable.
El
miedo es a menudo una fuente de conflicto. Por lo tanto, es importante ir más
allá de nuestros temores humanos, reconociéndonos hijos necesitados, ante Aquel
que nos ama y nos espera, como el Padre del hijo pródigo (cf. Lc 15,11-24). La
cultura del encuentro entre hermanos y hermanas rompe con la cultura de la
amenaza. Hace que cada encuentro sea una posibilidad y un don del generoso amor
de Dios. Nos guía a ir más allá de los límites de nuestros estrechos
horizontes, a aspirar siempre a vivir la fraternidad universal, como hijos del
único Padre celestial. Para los discípulos de Cristo, este camino está
sostenido también por el sacramento de la Reconciliación, que el Señor nos dejó
para la remisión de los pecados de los bautizados. Este sacramento de la
Iglesia, (…) y nos pide que depongamos cualquier violencia en nuestros
pensamientos, palabras y acciones, tanto hacia nuestro prójimo como hacia la
creación.
Papa Francisco, Mensaje LIII Jornada Mundial de la Paz; que se celebra el 1 de enero de 2020.