Entrevista
de Claudio Sorge a Chiara Lubich
para el programa
“Ottavo Giorno”
( Rai Uno) 17 de
abril de 1978.
El
amor que el cristiano lleva – y en esto está el misterio abismal y la potencia
escondida que, si se hace fructificar, puede obrar milagros –, es distinto a
cualquier otro amor existente en el mundo, por noble y bonito que sea. Es un amor de origen divino, el mismo amor
de Dios participado al hombre que, injertándose en él, lo hace hijo de
Dios. Y ésta es la premisa y la causa de una realidad incomparable: la
fraternidad humana en un plano más alto, la fraternidad sobrenatural.
(…)Si Navidad nos recuerda hasta qué
punto Dios nos ha amado, es decir, hasta hacerse uno de nosotros, es fácil
comprender cómo la lógica de su amor le haga desear estar siempre interesado
por nuestros asuntos y deseoso de seguir viviendo, en cierto modo, entre
nosotros, compartiendo nuestras alegrías, nuestros dolores, las
responsabilidades y las fatigas, dándonos sobre todo una mano como Hermano
nuestro. (…) Él quiere estar siempre con
nosotros. Y le bastan dos o tres
cristianos… ¡y ni siquiera que sean santos! Bastan dos o más hombres de
buena voluntad que crean en Él y sobre todo en su amor.
Si hacemos así, en la Iglesia habrá
células vivas en abundancia, que con el tiempo podrán animar la sociedad que
las rodea, hasta penetrar en la masa. Entonces, ésta, impregnada por el
Espíritu de Cristo, podrá cumplir mejor el designio de Dios sobre el mundo y
dar un impulso decisivo a una revolución social, pacífica, pero irrefrenable,
con consecuencias que jamás habríamos osado esperar.(…)
Si
hay personas unidas en el nombre de Cristo, mañana podremos ver pueblos unidos.