«Esto lleva a pensar
también en el conjunto como abierto a la trascendencia de Dios, dentro de la
cual se desarrolla. La fe nos permite interpretar el sentido y la belleza
misteriosa de lo que acontece. La libertad humana puede hacer su aporte
inteligente hacia una evolución positiva, pero también puede agregar nuevos
males, nuevas causas de sufrimiento y verdaderos retrocesos. Esto da lugar a la
apasionante y dramática historia humana, capaz de convertirse en un despliegue
de liberación, crecimiento, salvación y amor, o en un camino de decadencia y de
mutua destrucción. Por eso, la acción de la Iglesia no sólo intenta recordar el
deber de cuidar la
naturaleza, sino que al mismo tiempo “debe proteger sobre todo al hombre contra
la destrucción de sí mismo”.
No obstante, Dios, que
quiere actuar con nosotros y contar con nuestra cooperación, también es capaz
de sacar algún bien de los males que nosotros realizamos, porque “el Espíritu Santo
posee una inventiva infinita, propia de la mente divina, que provee a desatar
los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e impenetrables”».
Papa Francisco, Laudato si’, nn. 79-80.