Páginas

lunes, 11 de febrero de 2013

LA MISERIA Y LA MISERICORDIA

Únicamente quedaron dos, la miseria y la misericordia, pues dice:
"Y quedó solo Jesús, y la mujer". 
Yo creo que aquella mujer se quedó aterrada,
porque esperaba ser castigada por Aquél 
en quien no se podía encontrar culpa alguna.
Mas Aquél que había rechazado a sus adversarios 
con la lengua de la justicia,
levantando hacia ella sus ojos de mansedumbre, le preguntó: 
"¿ninguno te ha condenado?"
Dijo ella: "ninguno, Señor". 
Hemos oído antes la voz de la justicia;
oigamos ahora la voz de la mansedumbre: 
"Yo tampoco te condenaré".
¿Qué es esto, Señor? ¿Fomentas los pecados? 
No, en verdad. Véase lo que sigue:
"Vete, y no peques ya más". 
Luego el Señor condenó, pero el pecado, no al hombre.
Porque si hubiese sido fomentador del pecado, hubiese dicho: 
"vete, y vive como quieras;
tranquila que yo te libraré del castigo y aún del infierno, 
aun cuando peques mucho".
Pero no dijo esto. 
Fíjense los que desean la mansedumbre en el Señor,
y teman la fuerza de la verdad, 
porque el Señor es a la vez dulce y recto. 

(San Agustín)