miércoles, 12 de abril de 2017

Pavel Florensky, el Da Vinci ruso: Físico, matemático, poeta, pintor, teólogo…



Este sacerdote, que fue ejecutado en un gulag, revisó las teorías de Einstein y de Picasso

​H​
asta 1991 era un auténtico desconocido en esta Europa atiborrada de racionalismo que niega paranoicamente la incompatibilidad entre fe y ciencia, a pesar de que muchos descubrimientos tienen a creyentes como sus protagonistas. En aquel año se abrieron los archivos del KGB para desvelar, la vida y obra de Pavel Florensky, ejecutado en 1937 tras pasar varios años en un gulag.  Científico, matemático, escritor, pintor, poeta… y ordenado sacerdote ortodoxo en 1911, un año después de casarse, se encuentra en la galería de los sabios más importantes de todos los tiempos y le comparan con Da Vinci.

Había nacido en Azerbaiyán en 1882. A los 18 años, marchó a Moscú y cuatro años más tarde conseguía la graduación en Matemáticas y en Física, lo que motivó que le ofrecieron distintos puestos, que él rechazó para decantarse por estudios eclesiásticos.

Durante su estancia en la Universidad de Moscú, publicó El pilar y las bases de la verdad: Un ensayo de 12 cartas, que fue valorado por grandes matemáticos, como Egorov y Luzin, quien lo definió como la obra que le devolvió las ganas de vivir. Princeton University Press la publicó en 2004.

Picasso, Einstein, geometría…

En 1910 se casó y en 1911 se ordenó sacerdote ortodoxo. A Florenski le debemos la noción de perspectiva invertida en el arte. El cubismo de Picasso encaminó a Pavel a revisar los presupuestos científicos de la perspectiva geométrica. Con argumentos de esta materia, de óptica y su conocimiento enciclopédico de la historia del arte, mostró que la perspectiva monofocal, heredada del Renacimiento, era una "expresión simbólica" artificialmente construida. En 1924, publicó monografías sobre Dieléctricos y Arte Ruso Antiguo. Fue el autor del texto de base para estudiar ingeniería eléctrica que se usó durante más de 30 años.

Números Imaginarios en Geometría es el título de uno de sus trabajos científicos más potentes en el que daba una interpretación geométrica de la Teoría de la Relatividad de Einstein.

A principios de los años treinta desarrolló un aparato capaz de fotografiar los rayos infrarrojos y los ultravioletas más allá del espectro visual. En su deportación a Siberia, su potente espíritu inquieto le catapultó a estudiar los hielos perpetuos, su cristalización (diseño una cámara especial para su microscopio, convirtiéndose en uno de los pioneros de la microfotografía) e inventó un líquido anticongelante.

Teólogo, filósofo, místico, políglota…

Éstas y otras facetas de su talento creativo las desarrolló siendo sacerdote ortodoxo. Siempre le impresionó la religiosidad cristiana de León Tolstoi, lo que le condujo a la Facultad de Teología, donde durante años se dedicó al estudio de la Biblia, Filosofía, Historia de la Filosofía, Mística, Lógica Matemática, hebreo… Fundó la Fraternidad Cristiana de Lucha, por lo que fue detenido en varias ocasiones, aunque abandono su militancia en 1907. Se licenció en Teología en 1908 y ese mismo año ocupo la cátedra de Historia de la Filosofía.

Alcanzó reputación entre el mundo universitario moscovita en estas disciplinas. Al llegar la revolución rusa en 1917, se decantó por la enseñanza del arte y ocupó la Cátedra de Espacialidad de la Obra de Arte. Por su alejamiento de la política, logró convivir durante un tiempo con la Revolución rusa, pero llegaron las controversias.

El Leonardo Da Vinci ruso

A pesar de ser considerado una de las mentes más preclaras de Rusia en los ámbitos intelectuales (se lo conocía como el Da Vinci ruso), se le acusó de contrarrevolucionario monárquico. De la lectura de las actas de su interrogatorio, se ve claramente cómo se autoinculpó al inventar una conspiración absurda con el Vaticano para poder exculpar a otros detenidos. Fue ejecutado en un 8 de Diciembre de 1937, muy cerca de Leningrado.

Con la "pulcritud" del régimen soviético para hacer desaparecer a sus enemigos, de Florenski no quedó ni la partida de bautismo: se volatilizó hasta mediados de la década de los ochenta. Su figura permaneció en la memoria de algunos discípulos y familiares, aunque aún hoy se desconoce una gran parte de su pensamiento y de su obra.

Apasionado por todo, encarnó una religiosidad abierta a la belleza de toda la realidad, que el hombre desentraña por pura naturaleza creada -como aquella- por Dios. Por eso vaticinó en 1917 el final de la ideología comunista para su país: "Tengo fe en que el nihilismo, cuando esté agotado, mostrará su incapacidad, todo el mundo estará harto y se despertará del odio. Y entonces, después de que esta ignominia haya fracasado, los corazones y las mentes, ya renovados, se dirigirán hacia la idea rusa, sin volver la vista atrás, hambrientos…".